viernes, 23 de enero de 2015

 (de Psicópatas, y otros cuentos)

“Abel"


 Abel era un muchachote fornido, de ojos almendrados y negros, y toda su figura, desde la cabeza a los pies, daba la impresión de ser como un frontón, derecho, impenetrable, macizo.

El amaba a su madre como un amante, o como en los comienzos la había amado su padre, es decir: con pasión y con irresponsabilidad. Pero además, y como no podía ser de otra manera, Abel la detestaba por ese mismo amor, que el intuía mas enfermo... que cualquier  perro enfermo de la calle.


  Cuando el la nombraba, el cielo se abría como un enorme tajo, y las tormentas de todos los países sub-tropicales, con todos sus rayos, y todas sus centellas, caían con furia sobre la ciudad,  golpeándola una y otra vez…

 Sin embargo, él insistía en odiarla, (aunque la amaba) de manera pareja y sistemática, tanto la odiaba, que a su alrededor pagaban todas las mujeres, algunas por pecadoras, y otras por justas. El odioamor de este muchacho por su madre era tan grande, que  no conocía fronteras, no respetaba estaciones ni edades, ni siquiera podía reconocer cuando alguien  le tendía una alfombra de alegría a sus pies, para que pasara y se olvidara de todo, hasta de su nacimiento.

Pero… así eran las cosas,  no se vislumbraba ninguna solución en el horizonte, por lo tanto, cada noche, y cada día, a la salida del sol, o con la llegada de la luna, Abel salía a enamorar mujeres para completar su venganza.

El llanto de ellas, era su alimento.

El amor deshecho, su cobijo.

La desesperación, su gozo.


Después de abrazarlas en las esquinas, y mirarlas  a los ojos por última vez...


Telefoneaba  a su madre,  con la exacta puntualidad de un novio.

sábado, 17 de enero de 2015

El adiós.



Para poder irse, como el viento,
primero llegó el odio, y después el olvido,
pero con el olvido, recordó.
Entonces, comenzó a morirse de momentos,
y se abrazó a una tarde,
y después a una noche, y a una calle precisa,
y a una mañana de verano, y a una larga ventana
bajo una sombra sucia.
y repitió nombres y apellidos, y canturreó bajito,
y devoró una fruta, y arremango´una espalda
y lentamente , como quien no quiere volver
pero volviendo, se despidió con la promesa
de la lluvia, y entró al sol para siempre...
sin permiso.




Patricia Breccia - 2014